LA PAZ, 13 de octubre de 2025 — A pocos días de que Bolivia acuda a las urnas para la segunda vuelta electoral, que definirá a su nuevo presidente entre los candidatos Rodrigo Paz y Jorge Quiroga, la nación se encuentra sumida en una profunda niebla de incertidumbre.
La población, acosada por una crisis económica, social y energética innegable, observa con escepticismo una contienda donde las propuestas de los aspirantes presidenciales parecen flotar muy por encima de la dura realidad que vive el ciudadano de a pie.
El factor de la indecisión (que según las últimas encuestas oscila entre el 9% y el 20% del electorado, sin contar los votos nulos o blancos, que históricamente han sido elevados) es el termómetro de una ciudadanía que no se siente representada ni convencida.
Este alto porcentaje de indecisos no es un mero dato estadístico; es el reflejo de la falta de credibilidad en el proceso y, sobre todo, en los protagonistas.
Las encuestas preelectorales, con sus fluctuaciones y aparentes ventajas para uno u otro candidato, han perdido su valor predictivo en un entorno de alta polarización y desconfianza institucional, siendo percibidas por muchos como instrumentos "digitados" o, en el mejor de los casos, incapaces de captar la complejidad del voto boliviano.
EL TRIÁNGULO DE LA CRISIS SIN RESPUESTAS CLARAS
Los problemas estructurales de Bolivia demandan planes de gobierno detallados, técnicos y socialmente responsables, pero lo que se ha presenciado en la campaña, e incluso en los debates, son más bien declaraciones de buenas intenciones sin el rigor necesario.
Crisis Económica y Social: El país enfrenta un déficit fiscal crónico, escasez de dólares y una inflación creciente, especialmente en alimentos. La caída del Producto Interno Bruto (PIB) y la pérdida de poder adquisitivo han golpeado duramente a las familias.
Pese a esto, las propuestas para generar empleo, diversificar la matriz productiva o manejar la deuda externa han sido vagas, limitándose a generalidades como "reducir el gasto" o "sanear las finanzas", sin explicar el costo social que estas medidas implicarían.
Crisis Energética: La caída en la producción de gas natural —que por años fue la principal fuente de ingresos del país— ha obligado a Bolivia a importar gran parte del diésel y la gasolina que consume, con una subvención insostenible que drena las reservas nacionales. Los candidatos han coincidido en la necesidad de eliminar o modificar la política de subsidios de combustibles, pero han evitado profundizar en el "cómo" y en las medidas de mitigación para evitar una explosión social. La falta de inversión en exploración y el futuro incierto del sector hidrocarburífero exigen más que promesas de "volver a invertir".
EL CANTO DE LA SORDERA POLÍTICA
El sentimiento generalizado es que ambos candidatos se centran más en el ataque personal y la retórica política que en la presentación de soluciones viables.
Parecen desconocer la dimensión real de los desafíos en las regiones y las comunidades, manejando cifras macroeconómicas sin aterrizar en la realidad de los agricultores afectados por la escasez de diésel, o de los pequeños comerciantes golpeados por la falta de dólares.
La población boliviana no busca promesas vacías ni enfrentamientos estériles. Exige líderes con la capacidad y el coraje de enfrentar la cruda realidad nacional con planes concretos.
Mientras los aspirantes persistan en la superficialidad y en un discurso divorciado de los problemas diarios de la gente, la incertidumbre seguirá siendo el voto más fuerte en este crucial balotaje.
Bolivia se juega su futuro. Solo una definición honesta, con propuestas que no teman a la verdad de la crisis, podrá sacar al país de esta peligrosa encrucijada. Por ahora, el silencio sobre los verdaderos costos y las soluciones de fondo es ensordecedor.