El exembajador de Estados Unidos en Bolivia Manuel Rocha hurgó en el sentimiento nacionalista boliviano cuando pidió no votar por Evo Morales en las elecciones generales de 2002 y con ello logró un efecto contrario. Pero no de manera casual, sino como el fin de una estrategia política y comunicacional aparentemente bien diseñada por Cuba.
Esta es una de las coincidencias del análisis que hacen tres expertos sobre este tema de gran repercusión nacional e internacional.
LA DECLARACIÓN
“Quiero recordar al electorado boliviano que si votan por aquellos que quieren que Bolivia vuelva a exportar cocaína, eso pondrá en serio peligro cualquier ayuda futura a Bolivia por parte de Estados Unidos”, dijo Manuel Rocha en 2002, en un discurso ampliamente interpretado como un intento de mantener el dominio estadounidense en la región.
En las últimas horas, tras una larga investigación de contrainteligencia del Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI, por sus siglas en inglés), Rocha ha sido arrestado y acusado por la justicia estadounidense de operar como agente secreto del régimen cubano por años.
En criterio de Javier Viscarra, diplomático de carrera y exfuncionario de la Cancillería, el supuesto vínculo del exembajador (2000-2002) con la Cuba de Fidel Castro hace presumir que aquella controvertida declaración, hecha pocas semanas antes de los comicios generales, tenía previsto un “muy bien estudiado resultado de efecto contrario” al aparentemente buscado.
Las elecciones de 2002 —dice Viscarra— parecían concentrarse en la disputa entre Gonzalo Sánchez de Lozada y Manfred Reyes Villa, y en un lejano tercer lugar Evo Morales. Sin embargo, la declaración de Rocha, que para entonces ya era un experimentado diplomático, “conocedor del principio de no injerencia en asuntos internos de los Estados”, fue sin duda de un impacto determinante.
EFECTO CONTRARIO
“Cuando Rocha pidió que los bolivianos no votaran por el cocalero, que eso podría afectar la ayuda de su país, estaba tocando las fibras más sensibles del orgullo de los votantes, que pueden haber razonado algo como ‘este gringo no me va a decir a mí por quién debo o no debo votar’”, analiza el especialista.
El propio Evo Morales dijo entonces y repitió con frecuencia a lo largo de los siguientes años que Manuel Rocha era el “mejor jefe de campaña” que pudiera haber tenido en su carrera por alcanzar la presidencia de Bolivia.
En la misma línea, Andrés Guzmán, coordinador de la Maestría en Relaciones Internacionales de la Unidad de Postgrado y Relaciones Internacionales de la Universidad Mayor de San Andrés, relieva que una de las más grandes virtudes de un diplomático es la prudencia. “Un diplomático debe ser muy medido en sus palabras. Nada se puede lanzar sin evaluar o sopesar su efecto. Por tanto, un diplomático no pude hacer comentarios como los que hizo Rocha que están en contra de los intereses de su propio país”.
INFILTRADO
A partir de eso, Guzmán se pregunta si para entonces Rocha ya era un infiltrado del gobierno cubano y si realizó esos comentarios sabiendo lo que iba a ocurrir. “Uno tiende a creer que sí. Creo que hace sentido, porque un embajador que cometa ese tipo de ‘error’, que parece el comentario de un chiquillo, obviamente sabía que podía tener influencia en la campaña”, reflexiona en tono de respuesta.
Desde su punto de vista, resulta muy inocente creer lo contrario. Guzmán analiza lo sucedido en sentido de que la ciudadanía vota emocionalmente y raras veces usando su lado más racional.
“A ningún país le parece correcto que venga, nada menos que Estados Unidos, la potencia más grande del mundo, a decirle lo que tiene que hacer. Claramente, la población va a actuar como lo hizo en ese momento, es decir en contra de lo que decía. Es una reacción de mucho sentimiento y es así como se vota, más que nada por el sentimiento, por el rechazo y no tanto por un razonamiento sobre la propuesta del candidato”, dice.
Guzmán considera que las recientes revelaciones terminan “por completar el rompecabezas” que prueba que Rocha actuaba en favor de los intereses de Cuba.
¿QUIÉN ES?
Manuel Rocha nació en 1950 en Colombia y se crió en los Estados Unidos, obtuvo una serie de títulos en humanidades en las Universidades de Yale y Harvard, fungió como representante en las Embajadas de México, Honduras, Italia y República Dominicana. El 4 de agosto de 2000, Rocha presentó su carta como embajador de Estados Unidos en Bolivia cargo que ocupó hasta mediados de 2002.
EL EXPERIMENTO DEMOSTRÓ UN VOTO EMOCIONAL
En aquel entonces se hacían encuestas prácticamente cada semana, con la idea de medir el impacto de distintos temas y que algunos análisis evidenciaron una variación de al menos cuatro o cinco puntos en contra de Sánchez de Lozada tras las afirmaciones del exembajador.
“Ellos sí estaban convencidos y seguros de que la declaración de Rocha había tenido un impacto muy negativo para la campaña de Sánchez de Lozada y muy positivo para Evo Morrales, lo cual, además, era previsible. Quien conoce Bolivia sabe que una ofensa a la nación, al nacionalismo, la gente se la toma muy en serio y eso los cohesiona en contra de quien intenta intervenir de esa manera en el juego”, apunta Andrés Guzmán, coordinador de la Maestría en Relaciones Internacionales de la Universidad Mayor de San Andrés
No solo la gente de Sánchez de Lozada creía que Rocha había cometido injerencia y que su advertencia tuvo un fin político. El equipo de campaña de Manfred Reyes Villa consideró que hubo toda una operación de Estados Unidos para desfavorecer su candidatura y evitar que llegue a la presidencia.
Las declaraciones de Rocha alimentaron la idea de que el voto es emocional y visceral, más cuando se apela al orgullo y a la dignidad nacionalista.