Quillacollo, una de las regiones más importantes de Cochabamba y de Bolivia, atraviesa nuevamente una arremetida de los sectores políticos tradicionales que en el pasado dañaron profundamente a la población con hechos de corrupción, mala administración y un manejo irresponsable de los recursos públicos.
Hoy, los mismos actores reciclados del pasado, disfrazados de “nuevas opciones políticas”, se han dado a la tarea de generar guerra sucia, desinformación y violencia, con el único fin de desprestigiar la gestión municipal encabezada por el alcalde Héctor Cartagena.
Resulta paradójico que quienes durante más de 20 años convirtieron a Quillacollo en un botín político, marginando a la ciudad de los procesos de desarrollo, pretendan ahora presentarse como salvadores.
La historia reciente demuestra que fue en sus manos que el municipio cayó en el abandono, con obras inconclusas, proyectos fantasmas y un clima de permanente corrupción.
Frente a esa herencia negativa, la actual administración municipal viene ejecutando proyectos estratégicos que permiten mejorar la calidad de vida de la población y sentar bases de desarrollo urbano, económico y social. Sin embargo, en lugar de reconocer estos avances, los viejos políticos se dedican a atacar, denigrar y distorsionar la realidad con discursos vacíos y promesas repetidas que nunca cumplieron.
Quillacollo ya no puede retroceder. La población sabe que detrás de las campañas de desprestigio se esconden intereses personales y ansias de poder de los mismos personajes que tanto daño hicieron. La ciudad merece estabilidad, trabajo y desarrollo, no más confrontación ni politiquería barata.