En Bolivia, el tan esperado debate entre los candidatos a la vicepresidencia terminó siendo una gran decepción. Lejos de ofrecer soluciones concretas a la crisis económica, energética y social que atraviesa el país, los postulantes se enredaron en ataques personales, frases hechas y anuncios vacíos.
Varios sectores sociales y políticos expresaron su molestia y coincidieron en que ninguno de los dos mostró solvencia ni conocimiento para enfrentar los problemas reales de los bolivianos. En pleno momento de incertidumbre, con inflación en alza, falta de dólares y combustible escaso, los candidatos prefirieron lanzarse acusaciones antes que explicar cómo reactivar la economía o cómo asegurar el abastecimiento de energía y alimentos.
El debate, que debía ser un espacio para escuchar propuestas claras y técnicas, se convirtió en una guerra sucia entre dos políticos novatos, más preocupados por la imagen que por el contenido. Los ciudadanos esperaban respuestas sobre temas urgentes: cómo controlar la inflación, cómo atraer inversiones o cómo recuperar la confianza en el país. Sin embargo, solo encontraron improvisación y discursos vacíos.
Analistas coincidieron en que el nivel del debate reflejó la falta de preparación y de liderazgo de la nueva clase política, que aún no entiende la magnitud de la crisis que vive Bolivia.
Al final, los bolivianos se quedaron con más dudas que certezas, y con la sensación de que el futuro económico del país sigue sin rumbo claro.