En Bolivia, la crisis económica, social y política se intensifica, marcada por la inflación, la escasez de dólares, el suministro irregular de combustibles y los enfrentamientos entre distintos sectores sociales. Frente a esta realidad, los obispos bolivianos llaman a detener el sufrimiento del pueblo y exhortan a no ser indiferentes ante el dolor. Una vez más, apelan a la escucha y al diálogo como caminos para encontrar soluciones efectivas.
Monseñor Giovani Arana, obispo de la Diócesis de El Alto y secretario general de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB), en medio de la creciente tensión en Bolivia, apelando a la paz y al entendimiento entre los diferentes sectores en conflicto, se dirigió a todos los ciudadanos bolivianos, y especialmente a las autoridades y sectores sociales enfrentados, instando a no dejar que la violencia se apodere del país.
“Veo necesario en este momento hacer un llamado a todos los bolivianos, a cada ciudadano que habita esta tierra boliviana, en especial a nuestras autoridades y a sectores sociales en conflicto; no dejemos que los afanes de poder y discordias entre posturas políticas e ideológicas sumerjan a nuestro país en una escalada de violencia”, pidió la autoridad eclesial.
El obispo lamentó los recientes episodios de enfrentamientos y bloqueo de carreteras, señalando que estas acciones afectan, sobre todo, a los ciudadanos de a pie: “Hemos sido testigos estos días de situaciones de verdadero dolor, no nos acostumbremos a solucionar los problemas con enfrentamientos y presiones injustificadas, donde los más perjudicados son los ciudadanos de a pie”, dijo y subrayó el impacto de los bloqueos en la subida de precios y la escasez de alimentos, situación que agrava aún más la crisis para la población boliviana.
Monseñor Arana urgió a que cesen las acciones que provocan sufrimiento y propuso el diálogo como el único camino viable hacia una solución pacífica: “A ustedes que están enfrentados y con posturas intransigentes, les decimos: dejen de hacer sufrir al pueblo, siéntense a dialogar si de verdad les interesa Bolivia, si de verdad no quieren causar más dolor y sufrimiento al pueblo”.
El arzobispo de Santa Cruz, monseñor René Leigue, se pronunció sobre la situación de incertidumbre y sufrimiento que viven muchas personas en Bolivia debido a la crisis de desabastecimiento y la inflación. En su mensaje dominical, monseñor Leigue comparó el clamor del pueblo con el grito desesperado de quienes buscan alivio ante la adversidad, cuestionando la falta de respuesta de las autoridades y aquellos que tienen el poder de intervenir.
“Escuchamos el grito, por ejemplo, de todas las personas que están esperando por combustible, es un grito que a diario escuchamos y a todos nos está afectando; seguro eso también lo están pasando ustedes, los que están ahí esperando que llegue el combustible. Es un grito desesperado”, expresó el arzobispo de Santa Cruz.
A su vez, hizo hincapié en el sufrimiento de aquellos que se ven atrapados en bloqueos, personas que no están involucradas en las disputas pero que igualmente soportan las consecuencias: “Pareciera que nadie escucha esa voz, también escuchamos los gritos de ustedes, cada uno de nosotros, cuando va al mercado ‘¡todo ha subido!’, es un grito también desesperado que se escucha y no hay respuesta”, señaló.
El arzobispo remarcó el riesgo de que esta situación de desesperanza lleve a muchos a olvidar la fe y la presencia de Dios en sus vidas y recordó a los bolivianos que el Señor sigue a su lado, dispuesto a tenderles una mano: “Ahí está el Señor para darnos una mano. Él no se aleja de nosotros, no se va a otro lado. Él está ahí con nosotros (…) Somos las personas que a lo mejor tienen en sus manos la solución de algún problema, pero no siempre lo hacen como debe ser, o porque no son del grupo, o porque no son del color político, o porque no les interesa la vida de otras personas, el sufrimiento de otras personas”, dijo y llamó a no perder la fe en este tiempo.
También el arzobispo de Sucre y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Ricardo Centellas, exhortó a no ser indiferentes ante las necesidades de los más marginados y vulnerables. Resaltó la necesidad de la acogida y la inclusión social como principios para construir una sociedad justa y equitativa, recordando la enseñanza de Dios de abrirse a todos, sin excepción.
“Si algo nos enseña continuamente Dios Padre es que estamos llamados a acoger a todos”, sostuvo el arzobispo, quien también mostró su preocupación ante una situación en la que, según sus palabras, parece que “en nuestro país se trabaja para que cada vez haya más marginados, para que cada vez haya más pobres”.
En su homilía, monseñor Centellas insistió en la necesidad de erradicar la exclusión y fomentar la inclusión social, especialmente en la Iglesia: “Rezar para no tener una Iglesia parada, estancada, sino tener una Iglesia en camino, que avanza, trabajando por la inclusión social, para que nadie quede sin trabajo, sin vivienda, sin educación, sin atención a la salud. Este ha sido el llamado del Sínodo, no podemos ser indiferentes ante el marginado especialmente ante el pobre”, puntualizó.
Durante una ceremonia de confirmación, monseñor Jorge Herbas, obispo de la Prelatura de Aiquile, alentó a los jóvenes a recordar su identidad cristiana y a asumir su fe como guía en su vida pública y privada.
El obispo recordó a los jóvenes que, en momentos de juramento o compromiso ante la sociedad, la cruz es la señal que debe identificarlos como cristianos católicos: “Cuando ustedes tengan que hacer juramento, no se olviden que la única señal que nos identifica es la señal de la santa Cruz, vivimos en un Estado de derecho, tenemos derecho a profesar nuestra fe públicamente. Nuestro compromiso es ante Dios, porque la Cruz es un signo de paz y de amor, no es un signo de violencia o declaración de guerra como otras señales; no es un signo de muerte, es un signo de vida”.
Además, dijo que la misión de la Iglesia de servir al prójimo, recordando que los servidores públicos deben actuar con integridad y poner las necesidades de la comunidad por encima de los intereses personales: “Si nosotros servimos a Dios y servimos a nuestro pueblo, no nos servimos de nuestro pueblo, y vamos a trabajar por el bien común de nuestro pueblo, especialmente por los más débiles, los más pobres, los más necesitados. Porque si somos autoridad, somos autoridad para servir, no para servirnos de nadie”.