Redacción central – Bolivia. (boliviaprensa.com).- La renuncia anticipada de Luis Arce a una posible candidatura presidencial revela una estrategia desesperada del Movimiento al Socialismo (MAS) para mantenerse en el poder.
Lejos de ser un gesto democrático, analistas opositores ven en este movimiento un intento por sellar un pacto de impunidad entre Evo Morales y su exministro, hoy presidente, para protegerse mutuamente de la justicia y garantizar la continuidad del modelo autoritario.
Mientras la izquierda busca perpetuarse a cualquier costo, la oposición sigue fragmentada. La unidad del masismo se impone como una amenaza real a la democracia.
Tras años de división interna, el masismo parece estar cerrando filas. Evo Morales, pese a su inhabilitación constitucional y su pasado marcado por escándalos y represión, se perfila nuevamente como el eje de un bloque que no tolera perder el poder.
El silencio de Arce y la ausencia de autocrítica en el oficialismo refuerzan las sospechas de que ambos líderes están dispuestos a negociar cargos, inmunidad y cuotas de poder.
Entretanto, la oposición sigue sin lograr una unidad real. Las múltiples siglas, egos personales y cálculos legislativos impiden la construcción de un bloque democrático fuerte. El riesgo es claro: si los demócratas no se unen en torno a un proyecto serio y creíble, el MAS volverá al poder con fuerza y sin contrapesos.
“La lucha no es solo por el poder, es por la libertad, la justicia y la institucionalidad”, advirtió un líder cívico. “Si permitimos que el MAS se reagrupe, perderemos otra década en retrocesos democráticos”.
Con las elecciones de 2025 en el horizonte, el país se enfrenta nuevamente a una encrucijada: permitir el retorno de un proyecto que ya demostró su vocación autoritaria, o construir una alternativa unida y firme que defienda la democracia boliviana.