En el balance posterior al debate, la mayoría de los analistas coincidieron en que no hubo un claro ganador. La razón: la debilidad de las propuestas y la falta de concreción.
Superficialidad programática: más allá de frases llamativas, los candidatos no presentaron planes operativos de corto plazo para resolver la crisis energética ni para estabilizar la economía.
Predominio de retórica sobre sustancia: abundaron frases de campaña, apelaciones emocionales y contrastes personales, dejando de lado políticas públicas robustas.
Incertidumbre para el electorado: muchos esperaban que el debate permitiera dilucidar quién tiene mayor capacidad ejecutiva, pero al final quedó la sensación de que ambos candidatos no están listos para asumir una crisis estructural.
Voces críticas advirtieron que el debate “reforzó la polarización” sin ofrecer salidas, y que podría fortalecer la indecisión entre los votantes indecisos.
¿Quién “ganó”? Reflexión final
Si el criterio para declarar vencedor fuera el estilo, Rodrigo Paz podría haber capitalizado en su cercanía emocional con el público. Si el criterio fuera coherencia técnica, Quiroga mostró mayor dominio en algunos ejes.
Pero bajo un balance general de propuestas —la clave en un contexto de crisis— ninguno de los dos se impuso con autoridad.
Así, el debate, pese a su formalidad y cobertura mediática, termina más como una exhibición simbólica que como un momento de claridad. Esto es lo que refuerza la sensación predominante de incertidumbre entre la ciudadanía: un horizonte político que exige más que promesas.