La confrontación abierta entre el Presidente y el Vicepresidente ha dejado al descubierto una fractura interna tan profunda como inédita. Al acusar públicamente al Primer Mandatario de “rodearse de la peor calaña”, el Vicepresidente no solo desafió la autoridad presidencial, sino que rompió el principio básico de cohesión que sostiene a cualquier gobierno.
Este episodio marca un punto de inflexión: el quiebre ya no es una sospecha; es un hecho político que modifica el equilibrio del poder nacional.
Bolivia entra a una zona de turbulencia: El enfrentamiento entre el Presidente y el Vicepresidente no es un incidente aislado: es el síntoma más visible de una disputa interna por el poder que se venía acumulando silenciosamente.
Ahora, con la fractura expuesta, el gobierno queda debilitado y el país ingresa a un período de incertidumbre política con posibles consecuencias económicas de gran alcance.
La ciudadanía demanda claridad, responsabilidad institucional y una conducción política que priorice el interés nacional por encima de las pugnas internas. Mientras eso no ocurra, la gobernabilidad seguirá en riesgo y la crisis puede profundizarse
Una pelea por el control del Estado: Detrás de la explosión verbal se esconde una disputa más seria: la lucha por el control del aparato estatal, donde diferentes grupos internos compiten por cargos, recursos y protagonismo.
La denuncia pública del Vicepresidente evidencia que: Hay batallas internas por espacios de influencia, que ya no pueden ser contenidas dentro de los muros del poder.
Existen asesores y operadores que buscan capturar instituciones claves para consolidar poder político y económico.
El Presidente y el Vicepresidente ya no comparten una visión común, erosionando la capacidad de mando. El conflicto, lejos de ser anecdótico, desnuda una crisis estructural del oficialismo que puede derivar en parálisis institucional.
El trasfondo: un gobierno dividido en plena crisis económica. Lo más preocupante es la coyuntura: Bolivia enfrenta uno de los momentos económicos más delicados de la última década.
Reservas internacionales debilitadas, presiones cambiarias, déficit fiscal acumulado y señales de desaceleración marcan un escenario que exige coordinación absoluta en la cúpula del poder.
Un conflicto que amenaza la gobernabilidad: La gravedad del choque trasciende lo personal y se proyecta sobre el funcionamiento del Estado. Entre los riesgos inmediatos se encuentran: Desgobierno: decisiones bloqueadas por una cúpula enfrentada.
Pérdida de autoridad presidencial: un vicepresidente que deslegitima públicamente a su presidente erosiona la institucionalidad. Incertidumbre económica: los mercados castigan señales de inestabilidad política.
Desconfianza social: la ciudadanía observa un gobierno que pelea consigo mismo mientras el país enfrenta problemas urgentes. (FAUSTO COLPARI - PERIODISTA)
La confrontación abierta entre el Presidente y el Vicepresidente ha dejado al descubierto una fractura interna tan profunda como inédita. Al acusar públicamente al Primer Mandatario de “rodearse de la peor calaña”, el Vicepresidente no solo desafió la autoridad presidencial, sino que rompió el principio básico de cohesión que sostiene a cualquier gobierno.
Este episodio marca un punto de inflexión: el quiebre ya no es una sospecha; es un hecho político que modifica el equilibrio del poder nacional.
Bolivia entra a una zona de turbulencia: El enfrentamiento entre el Presidente y el Vicepresidente no es un incidente aislado: es el síntoma más visible de una disputa interna por el poder que se venía acumulando silenciosamente.
Ahora, con la fractura expuesta, el gobierno queda debilitado y el país ingresa a un período de incertidumbre política con posibles consecuencias económicas de gran alcance.
La ciudadanía demanda claridad, responsabilidad institucional y una conducción política que priorice el interés nacional por encima de las pugnas internas. Mientras eso no ocurra, la gobernabilidad seguirá en riesgo y la crisis puede profundizarse
Una pelea por el control del Estado: Detrás de la explosión verbal se esconde una disputa más seria: la lucha por el control del aparato estatal, donde diferentes grupos internos compiten por cargos, recursos y protagonismo.
La denuncia pública del Vicepresidente evidencia que: Hay batallas internas por espacios de influencia, que ya no pueden ser contenidas dentro de los muros del poder.
Existen asesores y operadores que buscan capturar instituciones claves para consolidar poder político y económico.
El Presidente y el Vicepresidente ya no comparten una visión común, erosionando la capacidad de mando. El conflicto, lejos de ser anecdótico, desnuda una crisis estructural del oficialismo que puede derivar en parálisis institucional.
El trasfondo: un gobierno dividido en plena crisis económica. Lo más preocupante es la coyuntura: Bolivia enfrenta uno de los momentos económicos más delicados de la última década.
Reservas internacionales debilitadas, presiones cambiarias, déficit fiscal acumulado y señales de desaceleración marcan un escenario que exige coordinación absoluta en la cúpula del poder.
Un conflicto que amenaza la gobernabilidad: La gravedad del choque trasciende lo personal y se proyecta sobre el funcionamiento del Estado. Entre los riesgos inmediatos se encuentran: Desgobierno: decisiones bloqueadas por una cúpula enfrentada.
Pérdida de autoridad presidencial: un vicepresidente que deslegitima públicamente a su presidente erosiona la institucionalidad. Incertidumbre económica: los mercados castigan señales de inestabilidad política.
Desconfianza social: la ciudadanía observa un gobierno que pelea consigo mismo mientras el país enfrenta problemas urgentes. (FAUSTO COLPARI - PERIODISTA)



