El balotaje presidencial en Bolivia se ha convertido en un espectáculo decepcionante y carente de responsabilidad política. Lejos de presentar soluciones reales a la crisis económica, energética y social que golpea al país, los candidatos Jorge “Tuto” Quiroga, Rodrigo Lara y Edman Lara han optado por una estrategia de guerra sucia basada en ataques personales, difamaciones y calumnias que nada aportan al futuro de la nación.
En cada intervención pública y concentración política, los aspirantes muestran una actitud infantil y arrogante, incapaz de sintonizar con la verdadera realidad que atraviesan millones de bolivianos.
Mientras las familias luchan día a día contra el encarecimiento de la vida, el desempleo, la falta de dólares y la crisis de combustibles, los candidatos se limitan a insultarse entre sí, olvidando que el pueblo exige soluciones y liderazgo.
Lo más grave es la millonaria campaña política que despliegan en todo el país, sin transparencia ni rendición de cuentas.
La pregunta que muchos se hacen es: ¿quién financia este derroche obsceno en propaganda, viajes y concentraciones? El Tribunal Supremo Electoral (TSE), hasta la fecha, guarda un silencio cómplice, sin realizar observaciones ni auditorías sobre el origen de los recursos.
Al mismo tiempo, se multiplican las denuncias de compra de conciencias, especialmente entre sectores humildes, donde se distribuyen dádivas a cambio de votos, manipulando la necesidad de los más pobres y usando la política como instrumento de clientelismo.
Este balotaje, lejos de ser un ejercicio democrático transparente, se ha transformado en una contienda vergonzosa que erosiona la confianza ciudadana en el sistema político.
Los candidatos en carrera parecen más preocupados en el poder que en la reconstrucción del país, dejando claro que ninguno de ellos tiene propuestas serias ni una visión de Estado que responda a los intereses nacionales.
Bolivia no merece una democracia reducida a insultos, dinero sucio y ambiciones personales. El pueblo boliviano exige respuestas, soluciones y transparencia. Lo que hoy se presencia en la arena política es, simplemente, una traición a la esperanza nacional.