Oruro, tierra del carnaval y los diablos, ha sido escenario de un nuevo acto político que bien podría considerarse parte del teatro del absurdo boliviano.
Andrónico Rodríguez, el eterno heredero del Trópico de Cochabamba, ha levantado la mano y aceptado ser candidato a la presidencia. Sí, otro comunista al ruedo. ¡Prepárense!, dijo el abogado y precandidato a la presidencia, Jose Carlos Sanchez.
El joven cocalero, formado a la sombra de Evo Morales y con raíces profundas en el Chapare —región que ya parece tener más influencia política que La Paz, Santa Cruz y Cochabamba juntas—, quiere ahora gobernar todo el país. ¿Desde Oruro? Claro, porque si ya dominó el Senado sin pestañear, ¿por qué no conquistar la Plaza Murillo desde una entrada folklórica?
Rodríguez no necesita presentar un plan de gobierno. Total, con repetir “proceso de cambio” tres veces al día, y mantener el control del MAS versión “evista”, parece que basta, anoto Sanchez.
Bolivia se enfrenta ahora a una duda nacional: ¿El Chapare seguirá gobernando a Bolivia… o ya directamente se mudará el Palacio a Villa Tunari?
Las reacciones no se hicieron esperar. Un grupo de orureños confundidos creyeron que se trataba de una nueva danza. Otros pensaron que era una nueva promesa de asfalto a cambio de votos. Y algunos, más informados, simplemente se echaron a reír… o a llorar.
¿Andrónico presidente? Solo en Bolivia se puede pasar de la hoja de coca al bastón de mando sin escalas.
Y como dicen los viejos sabios del trópico: “Si Evo pudo, Andrónico también. Total, la silla es de madera, pero la ambición es de acero.”