Martes, 19 Agosto 2025
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DEBATE PRESIDENCIAL: más guerra sucia que propuestas para la crisis nacional

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El debate presidencial auspiciado por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) dejó más dudas que certezas. Si bien se esperaba una jornada de altura para conocer las propuestas concretas rumbo a las elecciones generales de 2025, el evento se convirtió en un escenario de ataques personales, acusaciones cruzadas y discursos vacíos, con escasas luces de visión política.

A pesar de la formalidad institucional del evento, el contenido de las preguntas resultó débil, poco estructurado y en muchos casos irrelevante frente al contexto de crisis económica, energética y social que vive Bolivia.

Temas clave como el desempleo, el déficit fiscal, la escasez de combustible, el colapso del sistema judicial y el drama del litio fueron apenas mencionados superficialmente o directamente ignorados.

El debate presidencial fue una oportunidad desperdiciada para elevar el nivel del debate político en Bolivia. Si bien algunos candidatos como Reyes Villa lograron proyectar liderazgo y visión, el resto cayó en la trampa de la confrontación vacía.

La ciudadanía, sumida en una crisis multisectorial, esperaba más: propuestas claras, compromisos reales y un horizonte esperanzador. Por ahora, ese futuro sigue pendiente.

¿QUIÉN GANÓ Y QUIÉN PERDIÓ?

Entre los participantes, Manfred Reyes Villa destacó como el candidato que mostró mayor tino político. Con una postura crítica pero propositiva, planteó la necesidad de una reforma estructural del Estado, habló con claridad sobre la urgencia de atraer inversiones sin entregar soberanía, y presentó un enfoque técnico frente a la crisis económica. Supo conectar con una parte del electorado que busca experiencia y soluciones concretas.

En contraste, Samuel Doria Medina se vio errático, apostando más por frases de impacto y recordatorios de su historial empresarial, sin un plan articulado para la actual coyuntura. Su participación fue opacada por el rechazo en redes sociales, donde fue cuestionado por sus alianzas pasadas y negocios con el Estado.

Andrónico Rodríguez, el candidato más joven, representó al ala radical del MAS, pero no logró despegar del discurso confrontacional.

Defendió el pasado de Evo Morales y evitó autocríticas, lo cual no fue bien recibido por sectores independientes. Su intervención pareció más una réplica al pasado que una propuesta para el futuro.

Jorge “Tuto” Quiroga, con su estilo acostumbrado, optó por el discurso técnico y las cifras, pero sin aterrizar propuestas reales. Aunque su verbo sigue siendo ágil, el peso de sus gestiones anteriores y su rol como opositor crónico le restaron credibilidad frente a una ciudadanía que exige renovación.

DEBATE SIN RUMBO CLARO

La estructura del debate evidenció una falta de profundidad. Las preguntas formuladas por los moderadores fueron generales, muchas veces desviadas de los temas neurálgicos del país.

En lugar de forzar a los candidatos a responder sobre planes concretos para superar la crisis, se permitió una seguidilla de indirectas, promesas generales y discursos polarizantes.

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