La Paz, 22 de mayo de 2025 – Bolivia atraviesa una de sus etapas más críticas desde el retorno a la democracia.
La combinación de una crisis política profunda, una economía debilitada y una sociedad cada vez más impaciente pone en tela de juicio la estabilidad del país y el futuro del sistema democrático.
La confrontación interna, el colapso del modelo económico y el malestar ciudadano dibujan un panorama incierto para el país.
La fractura dentro del Movimiento al Socialismo (MAS), partido que gobierna desde 2006, ha derivado en una disputa pública entre el presidente Luis Arce y el expresidente Evo Morales.
Mientras ambos sectores se acusan mutuamente de traición y corrupción, la oposición política se muestra fragmentada y sin capacidad de articulación.
El resultado es un escenario marcado por la parálisis institucional y la pérdida de credibilidad en el sistema político.
En el plano económico, Bolivia enfrenta serias dificultades: escasez de dólares, inflación contenida a costa de subsidios insostenibles y una crisis energética que afecta el suministro de combustibles.
Las reservas internacionales están en mínimos históricos, y el modelo económico basado en la renta de los hidrocarburos parece haber llegado a su fin sin que se haya definido una alternativa clara.
La tensión social crece al ritmo de las protestas. Sectores como los transportistas, gremiales, médicos y estudiantes protagonizan movilizaciones casi permanentes.
La población percibe una desconexión total entre los líderes políticos y las necesidades urgentes del país. Las demandas no solo son económicas: también hay exigencias de respeto a las libertades civiles, elecciones transparentes y una justicia independiente.
“Estamos ante un punto de quiebre”, señala un analista político. “No hay un liderazgo capaz de articular consensos ni un proyecto de país que ofrezca rumbo. La democracia boliviana no está muerta, pero está gravemente herida”.
El Tribunal Supremo Electoral, además, se encuentra bajo la lupa por su falta de independencia y la incertidumbre en torno al calendario electoral, lo que alimenta los temores sobre una eventual ruptura institucional.
En medio del desconcierto, la sociedad civil y algunos sectores académicos llaman a un diálogo nacional, pero hasta ahora no hay voluntad política real para concretarlo. Bolivia sigue a la deriva, con una democracia tambaleante y sin horizonte claro. (FAUSTO COLPARI)