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Bolivia, el laboratorio de Irán y Rusia en América del Sur: armas y un reactor nuclear por sus recursos

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Latinoamérica no está aislada de los importantes conflictos en el mundo. Observa de cerca lo que ocurre en Gaza, así como también en Ucrania. Las potencias, igualmente, no están aisladas de lo que pasa debajo de Estados Unidos. Y son las afinidades ideológicas las que deciden aliados y adversarios. Irán, que ha estado en la atención del mundo por sus tensiones crecientes con Israel, ha encontrado en Bolivia un amigo. Rusia también vio lo mismo hace algunos años en la nación del cono sur. Pero una amistad en la esfera del poder no se sustenta sólo a través de buenas intenciones. Siempre hay intereses y, en esta ocasión, los intereses son recíprocos.

Septiembre del año 2007. Mahmud Ahmadineyad, presidente iraní de ese entonces, llegó a La Paz, capital de Bolivia. Por esos días, el país gobernado por Evo Morales era el único en toda América del Sur que no tenía una embajada para la nación de Oriente Próximo. Las relaciones diplomáticas estaban rotas y las conversaciones estancadas desde hace años. Esa visita lo cambió todo. En una reunión sostenida por ambos, los dos líderes inauguraron la sede diplomática y firmaron una serie de acuerdos.

Cooperar en hidrocarburos, energía, agricultura e industria, fueron parte de los compromisos. Lo cierto es que las negociaciones habían iniciado mucho antes y las intenciones iban más allá de lo meramente económico. Poco después de esa reunión, el diplomático iraní, Hojjatollah Soltani, anunció que además de la apertura de la sede diplomática se crearía en territorio boliviano la "Radio y Televisión de Irán".

Y así es como conforme avanzaba el tiempo, Irán instaló un hospital cerca de la ciudad de La Paz, invirtió fondos millonarios en universidades y centros de investigación y fue agrandando su embajada hasta convertirla en una de las más imponentes de la urbe boliviana.

PACTO DE 2023

Hay amistades que no las define el tiempo, sino las circunstancias. Menos de veinte años después del primer apretón de manos, Bolivia e Irán, en julio de 2023, firmaron un memorando de cooperación bilateral en seguridad y defensa.

Irán fue paciente, pero en medio de una difícil situación geopolítica, comenzó a exigir. El país andino no sólo sostiene enemistad con Estados Unidos y se ubica en una zona de influencia, también tiene recursos naturales en potencia, como el litio y el gas. El pacto, si bien nunca reveló el detalle de los acuerdos, dejó en entredicho que el régimen iraní desde allí en adelante gozaría de un acceso que esperó mucho tiempo.

¿Para Bolivia? Armamento, mejoramiento de sus capacidades de ciberoperaciones y capacitación del personal de sus Fuerzas Armadas. Tanto en ese momento, como en la actualidad, la nación sudamericana se enfrenta a la amenaza de la corrupción, el narcotráfico y el crimen organizado. Desde allí en adelante no estuvo sólo en su lucha.

El acuerdo no sólo fue mal visto por EEUU, sino también por vecinos de la región como Chile y Argentina. El primero, por un conflicto territorial histórico que sostiene con su vecino. El segundo, por el respaldo histórico que le ha prestado a Israel. Ambos son de la idea de que una intromisión de Irán en la región sólo produce inseguridad. Mientras tanto, todo era alegría entre los firmantes. Edmundo Novillo, ministro de Defensa boliviano, calificó a Irán de ejemplo científico, tecnológico, de seguridad y defensa "para las naciones que quieran ser libres".

RUSIA Y SU CONTRIBUCIÓN NUCLEAR

La influencia en el cono sur también interesa a la Rusia de Putin, que tras su invasión a Ucrania ha ido perdiendo adeptos en el continente. Pero Bolivia se mantuvo firme en su posición y de nuevo por iniciativa de su expresidente, Evo Morales, estrechó lazos con una potencia.

4.000 metros sobre el nivel del mar con el foco puesto en la investigación. Así es el reactor nuclear que se prepara en Lo Alto, muy cerca de la ciudad de La Paz.

En agosto de 2023, en plena guerra en Ucrania, el Kremlin envió desde Moscú los primeros componentes para la magnánima construcción. Fue cuatro años después del acuerdo firmado por Morales y Putin. Para celebrar el hito, Luis Arce, mandatario boliviano, señaló: "Avanzamos por la senda del desarrollo, la ciencia y la tecnología como pueblo digno y soberano. Llegó a Bolivia la vasija y el primer componente del Reactor Nuclear de Investigación, que estará en el Centro de Investigación y Desarrollo en Tecnología Nuclear de El Alto".

Para el gobierno ruso, tan cuestionado en ese entonces como ahora, también tuvo palabras de agradecimiento: "Con el apoyo de Rusia, nuestro socio y país amigo, superaremos la brecha tecnológica y desarrollaremos, junto a profesionales bolivianos, tecnologías nucleares para medicina oncológica. También para mejorar la producción de alimentos y la industrialización".

Al igual que Irán, las motivaciones del Kremlin en Bolivia son estratégicas. La idea para una Rusia que sigue teniendo a Ucrania como máxima prioridad, es el acceso a recursos naturales de importante valor como el litio y el uranio.

Así lo asegura un informe del Departamento de Inteligencia de Lituania, que poco después del pacto, advirtió sobre los intereses detrás de la empresa rusa, encargada de la operación: "Rosatom ha estado ejecutando proyectos nucleares en el extranjero, mediante la construcción y el mantenimiento de centrales nucleares y el suministro de productos de uranio, que no sólo contribuyen al presupuesto nacional de Rusia, sino que también ayudan a su influencia política en el extranjero".

El Gobierno de Bolivia, pese a la débil reputación de sus socios, no ha dado señales de retroceder en sus intenciones. Están convencidos de que dichos proyectos no hacen más que fortalecer su territorio, economía y presencia en el mundo. Todo esto, mientras sus más cercanos vecinos toman medidas para evitar represalias internas. Latinoamércia continuará en vilo y es cada vez menos un actor secundario.

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