A pocos días del balotaje presidencial, los bolivianos no solo piensan en quién será el próximo mandatario, sino también en cómo saldrá el país de la difícil situación económica que se vive en cada hogar.
La CEPAL advirtió que Bolivia apenas crecerá un 1.5% este año, y lo que más preocupa es que la inflación sigue subiendo. Esto significa que la plata alcanza para menos: los alimentos están cada vez más caros, los combustibles escasean y los servicios básicos suben sin control.
En medio de esta realidad, los candidatos Tuto Quiroga y Rodrigo Paz no logran convencer a la población. Muchos consideran que están desorientados, sin propuestas claras para frenar la crisis y dar esperanza a la gente.
El sector energético, que antes era el motor de la economía con la venta de gas, hoy está en caída libre.
Las reservas disminuyen, las exportaciones bajan y los ingresos que antes sostenían al país se van reduciendo. Para colmo, el Estado sigue gastando millones en subsidios a los carburantes, lo que agrava el hueco en las cuentas públicas.
La gran pregunta que se hace la población es clara: ¿Podrá el próximo presidente sacar a Bolivia de esta tormenta económica y energética o el país corre el riesgo de caer en la bancarrota?
Lo cierto es que la gente ya no quiere discursos bonitos ni promesas vacías. Quiere soluciones concretas que aseguren empleo, precios estables y servicios básicos accesibles. El balotaje definirá no solo quién será el próximo presidente, sino también si Bolivia encontrará un rumbo hacia la estabilidad o seguirá atrapada en la crisis.