La Paz, 30 de julio de 2025.-Mientras Bolivia se prepara para una nueva jornada electoral, una cruda verdad vuelve a salir a la superficie: la política se ha transformado en un negocio millonario donde los intereses económicos pesan más que las propuestas, y los oportunistas de siempre vuelven a disfrazarse de salvadores de la patria.
Las campañas electorales se han vuelto desmesuradas en gasto y vacías de contenido. Desfiles de autos de lujo, conciertos masivos, propaganda invasiva y publicidad en medios que cobran millones de dólares por unos segundos de pantalla.
¿Quién financia todo este derroche? La respuesta es incómoda: grupos de poder, empresarios con intereses oscuros y alianzas que no se anuncian pero se sienten en cada contrato público.
Lo más grave es el rol que juegan algunos medios de comunicación, que lejos de informar, se han convertido en agencias de propaganda electoral. Solo quienes tienen poder económico pueden acceder a sus espacios, mientras que periodistas independientes, radios comunitarias y plataformas ciudadanas son excluidas, censuradas o ignoradas por no alinearse al discurso dominante.
También preocupa el papel de empresas encuestadoras que, a cambio de jugosos contratos, publican cifras falsas que intentan instalar una “realidad fabricada” para beneficiar a ciertos candidatos.
Esas encuestas, repetidas sin cuestionamiento por los grandes medios, buscan confundir al electorado, desanimar a la oposición y presentar a favoritos construidos en escritorio.
En este contexto, los problemas reales de la población —como la pobreza, el desempleo, la crisis del sistema de salud, la inseguridad o la falta de oportunidades para jóvenes— quedan fuera del debate público.
La política se ha convertido en una competencia por quién gasta más, no por quién propone mejor.
Es urgente que el pueblo boliviano abra los ojos. No se puede seguir permitiendo que la democracia sea secuestrada por mafias políticas disfrazadas de candidatos, ni que los medios de comunicación se conviertan en cómplices del engaño colectivo.
La democracia no se compra, se construye con verdad, participación y justicia.